sábado, 29 de mayo de 2010

El 25 que la escuela nos legó


Pasados los festejos y la algarabía que sorprendió a todos luego de la masividad en la concurrencia a las celebraciones callejeras, ha llegado el tiempo de balance. Distintos actores harán sus lecturas, interpretaciones y también en algún caso especularán con lo que aconteció ante los millones de argentinos que colmaron las calles céntricas porteñas y de las principales ciudades del interior del país.

La concurrencia tomó las calles en un clima de celebración cívica inusitado para la mayoría de las generaciones allí presentes. Más allá de la exhibición de los stands, los desfiles y la presencia de músicos y shows que se sucedían en la avenida 9 de Julio, la multitud que recorría este paseo parecía trascender la agenda prevista para la celebración.

Recorrer ese paseo nos devolvió una postal de nuestra sociedad que salió a la calle con la celeste y blanca, personas de diferentes edades, orígenes sociales y culturales, dispuestos a ser parte de estas jornadas históricas. Además de este presente me atrevería a decir que hemos sido transportados a celebrar masivamente el Bicentenario por las enseñanzas que la escuela pública y masiva ha marcado en todos nosotros. Generaciones de argentinos hemos compartido durante años las celebraciones y efemérides escolares colmadas de actos alusivos, cánticos patrióticos, iconografía y relatos de los sucesos de aquel 25 de Mayo. Un modo de entender esos millones de personas entonando a los gritos la Marcha de San Lorenzo en la performance de Fuerza Bruta del 25 se debe en gran parte a lo que esa institución, esa “máquina cultural” metaforizada por Beatriz Sarlo ha hecho con todos nosotros.

Mucho se puede decir acerca de los diferentes ribetes que tuvo la enseñanza de la historia y la formación ciudadana en la escuela argentina, más de una vez signada por relatos sesgados, banales y prácticas autoritarias. Sin embargo, la multitud de estos días plagada de espíritu celebratorio ante el Bicentenario nos permite pensar en el 25 que la escuela nos legó, y también tener presente que lo que ocurre en ella, si bien muchas veces es intangible, cobra forma sorprendente en circunstancias como esta celebración. La escuela es un arma poderosa, es capaz de crear sentimientos comunes perdurables y puede integrar a todos bajo un manto común. Creo que los festejos también reavivan esta enseñanza y nos alertan que la potencia de la escuela no es cortoplacista, que se necesitaron más de 100 años de obstinación sarmientina para que en 2010, durante cuatro días, se vislumbrara un festejo cívico y masivo sin precedentes.

Por Sandra Ziegler. Investigadora y secretaria académica de la Maestría en Educación (Flacso).
En Página 12, 28 de Mayo de 2010

martes, 25 de mayo de 2010

Bicentenario

Sin él, nada sería igual. ¡Gracias!

viernes, 14 de mayo de 2010

¿Qué hacer en el Buenos Aires de 1810?


"En las calles de Buenos Aires no se ven, en las horas de la siesta más que médicos y perros". Así describía a la Gran Aldea un viajero francés. Y es que el pasatiempo preferido de los porteños era dormir la siesta. Tampoco había mucho que hacer. Las actividades principales eran la ganadería y el comercio, que se manejaban con poca mano de obra y una visita cada tanto a los lugares de producción y servicio. Ir de shopping llevaba muy poco tiempo. Bastaba atravesar la Plaza de la Victoria y recorrer la Recova donde estaban los puestos de los "bandoleros", como se llamaba entonces a los merceros frente a una doble fila de negocios de ropa y novedades.

Esto daba cierto margen para la vida nocturna que tenía en las tertulias su expresión más elegante. Las casas de las familias más "acomodadas" recibían a viajeros, vecinos y amigos para divertirse y hacer negocios. Las tertulias se prolongaban hasta después de la medianoche entre empanadas, recitales de poesía y música, comentarios políticos y de moda. Una de las más famosas era la que ofrecían frecuentemente los O´Gorman. A Don Tomás O'Gorman y a su esposa Anita Perichon les encantaba recibir a lo más granado de la sociedad, entre ellos al Virrey Cisneros. Un asiduo concurrente a las tertulias, el inglés John Parish Robertson se asombraba de la buena conversación de las porteñas y de la precocidad de las niñas que a los siete años ya bailaban el minué a la perfección. Las tertulias eran además la ocasión indicada, y casi la única, para que las adolescentes encontraran novio.

Una vez a la semana "la parte más sana del vecindario", como definía el cabildo a sus miembros, es decir los propietarios porteños, concurría al teatro para asistir a paquetas veladas de opera y a disfrutar de las obras de teatro de Lvardén. Desde que la inaugurara el Virrey Vértiz en 1783, la Casa de Comedias, conocida como el Teatro de la Ranchería, se transformó en el centro de la actividad lírica y teatral de Buenos Aires hasta su incendio en 1792. En 1810 pudo reabrirse el Coliseo Provisional de Comedias dando un nuevo impulso a arte dramático.

Convocaban por igual a ricos y pobres las corridas de toros. En 1791 el virrey Arredondo inauguró la pequeña plaza de toros de Monserrat (ubicada en la actual manzana de 9 de julio y Belgrano) con una capacidad para unas dos mil personas. Pero fue quedando chica, así que fue demolida y se construyó una nueva plaza para 10.000 personas en el Retiro en la que alguna vez supo torear don Juan Lavalle.

En su breve paso por Buenos Aires los ingleses habían impuesto el Cricket, un juego muy parecido a la "chueca" deporte preferido de los pampas que se asombraban al ver como los huincas lo practicaban.

El pato, las riñas de gallo, las cinchadas y las carreras de caballo eran las diversiones de los suburbios orilleros a las que de tanto en tanto concurrían los habitantes del centro. Allí podían escucharse los "cielitos", que eran verdaderos alegatos cantados sobre la situación política y social de la época.

La ruleta y los juegos de azar tenían su sede en la casa de Martín Echarte una especie de casino colonial donde también se jugaba al ajedrez y por supuesto se hablaba de política.

Los cafés eran los ámbitos naturales de discusión política y la sede de las distintas facciones que discutían acaloradamente en mayo de 1810. Los más famosos eran el Café de Marco, el de la Victoria, el de los Cartalanes y el de Martín. Todos tenían mesas de billar y amplios patios.

A la hora de comer afuera no había mucha variedad. Se podía tomar algo en la Confitería Francesa, pero La fonda de Los Tres Reyes era el único restaurante de Buenos Aires. Su única competencia era la casa de Monsieur Ramón, un auténtico Chef francés que preparaba comidas para llevar a domicilio. Muchas señoras mandaban a sus esclavos a aprender a cocinar con Monsieur Ramón.

Con la revolución irán cambiando las costumbres y se producirá una lenta pero firme deshispanización que se verá reflejada en las costumbres, la forma de hablar y la vestimenta. Las mujeres mantendrán la mantilla, el peinetón y el abanico pero irán cada vez más a la francesa. Los hombres, en cambio se visten a la inglesa galera y todo.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

viernes, 7 de mayo de 2010

Los chicos se divierten cada vez más puertas adentro


Privilegian la TV, la música e Internet a las salidas. Según una encuesta, son las actividades que adolescentes y preadolescentes realizan con mayor frecuencia. Para los expertos, estos hábitos reflejan la época y el estímulo que reciben de los adultos.

La influencia de los medios de comunicación, junto al avance incesante de la tecnología, es total en los adolescentes argentinos. La actividad al "aire libre" va quedando atrás, a medida que la cultura del entretenimiento se expande y coloniza los hogares. En plena era de las pantallas, suena lógico que la generación de nativos digitales (chic@s de entre 10 y 17 años) monopolice su tiempo libre adentro de casa y enchufado a un aparato. Este comportamiento queda reflejado en un reciente estudio sobre los adolescentes y sus hábitos culturales: la evidencia muestra allí que ver televisión, escuchar música y la radio son las actividades que realizan más asiduamente.

A esta altura, los resultados del relevamiento parecen en algunos casos obvios: el 99% de estos chicos y chicas de entre 10 y 17 consultados mira tele más de una vez por semana. Con esa misma frecuencia de tiempo, el 96% escucha música, el 80% está atento a la radio y el 55%, se conecta a Internet. Dentro del ranking elaborado por la consultora TNS Gallup para la Universidad de Palermo aparece como excepción una actividad fuera del hogar que incluso supera a Internet: hacer deportes, con el 64%. "Aquí se incluyen los deportes en la escuela", justifican los responsables del relevamiento.

Los datos quedan más expuestos cuando se mira el fondo de esta tabla: ir al cine (2%), al teatro y visitar exposiciones (1%), todas salidas por las que, generalmente, hay que pagar, están entre las menos frecuentadas. También van a bailar menos de lo que podría pensarse: de los adolescentes, sólo uno de cada tres va al boliche semanalmente. La cancha y el shopping tampoco son muy habituales (ver El entretenimiento...).

Para Roxana Morduchowicz, directora del Programa Escuela y Medios en el Ministerio de Educación de la Nación, estos índices que, en principio harían pensar que la vida social y la relación con el afuera está en jaque, no hacen más que demostrar la vida de hoy, pleno siglo XXI. "Las pantallas no anularon su vida social. En todo caso, generaron nuevas formas de sociabilidad juvenil". La experta entiende que la prioridad para los jóvenes sigue siendo relacionarse con amigos, sólo que ahora existen otros medios para hacerlo. "Cuentan con más soportes para su vida social. Cuando se les pregunta qué es un día divertido, responden 'salir con amigos'. El principal uso que hacen de la computadora es chatear. Y la función más popular del celular es mandar mensajes de texto a sus amigos", entiende. El estudio confirma lo que dice Morduchowicz: el 68% de los consultados reconoce que chatear es lo que más hace en Internet.

"Lo que hacen los jóvenes no está ni bien ni mal, expresa las tendencias y nuevas formas de integración", sostiene desde Berlín la socióloga argentina Liliana Mayer, especialista en temas de juventud. No obstante, la experta opina: "La computadora, mediante su interactividad, permite la salida del mundo sin salir de casa. En términos del lazo social, lo fragmenta aun más, ya que individualiza más el ocio y aumenta la reclusión en el tiempo libre. Pero en todo caso, es la sociedad la que no motiva a los jóvenes, que por eso no realizan actividades. Y no al revés".

La investigadora en juventud del Conicet Ana Miranda cree que los jóvenes, con sus prácticas cotidianas, manifiestan los aprendizajes de la sociedad ante los cambios. "Aprenden de lo que decimos y de lo que hacemos. Ninguno aprendió solo. Llama la atención que aún se difundan estudios que sólo planteen o analicen los consumos culturales de los jóvenes sin tomar en cuenta los consumos o las prácticas de su entorno cotidiano. ¿Cuántas horas miramos TV los adultos? ¿Cuántas veces llevamos a los chicos a museos?", se pregunta.

Fuente: Diario Clarín, 15 de Marzo de 2010