jueves, 25 de febrero de 2010

La escuela media no da para más


Hace más de un siglo, la Argentina conformó una red de escuelas medias que tuvieron como función seleccionar a un grupo de jóvenes para ocupar posiciones intermedias en la función pública y la actividad privada. La ilustración en su expresión enciclopedista fue el soporte cultural de estas instituciones. En base a estos propósitos y con estos referentes culturales, los bachilleratos construyeron una grilla de disciplinas a través de la cual parcelan el conocimiento a difundir en 12 o 13 materias que se suceden concatenadamente a lo largo de todo el trayecto escolar y se imparten día a día, año a año, en módulos de 40 minutos cada uno. Se nombra a un docente para cada disciplina y a veces el mismo y otras uno diferente para todos los años en los cuales se dicta la materia.

No necesito mucha argumentación para demostrar al lector que estamos ante una organización perimida, que se sostenía en una referencia cultural que no es la actualmente imperante. En el mundo de la ruptura de los límites disciplinares, de la producción conjunta de los saberes y de la confluencia de la palabra escrita, la imagen y el sonido en la producción y difusión de la cultura, la escuela media mantiene un formato que obliga al alumno a soportar durante cinco o seis años la exposición a 13 disciplinas anuales escasamente articuladas y en general ajenas a sus intereses y al mundo cultural que lo circunda.

La organización se completa con la obligación de repetir el año si no se logra aprobar el conjunto de las disciplinas, menos dos que se pueden rendir en otro momento. El repetidor deberá volver a cursar todas las materias para poder pasar al siguiente año. Se trata de una carrera de obstáculos, que sólo se explica en el propósito de ir seleccionando y excluyendo a aquellos que no encuentran justificación para sostener en el tiempo este ejercicio de paciencia y de aceptación de lo absurdo como destino personal. En un momento en que el mandato consistía seleccionar el mecanismo era funcional; hoy, cuando el objetivo es universalizar, excluir por estas razones carece de toda lógica. Flexibilizar este mecanismo irracional no soluciona el problema pero salva del peso de la repetición y posiblemente del abandono a un grupo de alumnos que tendrán una oportunidad más de promover sin pasar por la dura prueba de la repetición. Avanzar por la redefinición de los referentes culturales de la escuela y en su organización en base a ellas es un deber “ineludible” de nuestra generación que aún espera ser concretado.

Por Guillemina Tiramonti, Investigadora del área de Educación de Flacso y profesora de la UNLP.
En ´Diario Crítica, 17 de Febrero de 2010

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